La pequeña Teresa de
Lisieux descubrió lo que no pudieron descubrir los grandes sabios y teólogos de
muchas épocas: el secreto del Esposo. “Dichosas
nosotras que comprendemos los íntimos secretos de nuestro Esposo” le
escribe a su hermana sor María del Sagrado Corazón (Manuscrito B 1vº).
¿Y cuál es el
secreto del Esposo que ha descubierto la pequeña Teresa? “Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud” (B
1rº). Y Teresa ha encontrado este tesoro: el abandono y la gratitud. “Jesús está sediento” (B 1vº), pero
sediento de amor.
¿Y quién le ha
enseñado a la pequeña Teresa este secreto? “Sin
mostrarse, sin hacer oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no lo hace
sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo” (1rº). Jesús le enseña
como Jesús enseña a los pobres: “Quiero
hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del Amor” (B
1rº).
Teresa se sabe la
esposa, y la esposa enamorada del Esposo: “¡La
ciencia del Amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de
haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar
de los Cantares, que no he dado nada todavía…” (B 1rº). Por eso está agradecida, porque ha
experimentado que todo lo ha recibido gratis del Esposo, sin mérito alguno de
su parte. Agradecimiento y abandono es lo único que espera de ella su Esposo.
¿Qué abandono? “El abandono del niño que se duerme sin
miedo en brazos de su padre…” (B 1rº) Este es el camino de Teresa, el camino del
abandono confiado en su Jesús, en su Amado. Este es el camino accesible para
todos los pequeños, para los sencillos, para los pobres de espíritu.
DE LA NADA AL AMOR
Teresa tiene clara
su vocación de “carmelita, esposa y madre”. Pero no le basta. Teresa no es
tibia ni mediocre, es valiente y atrevida y quiere todas las vocaciones. También
siente la vocación de sacerdote, misionero, guerrero, profeta, doctor, apóstol,
y mártir… pero quisiera haber sufrido todos los martirios. Hasta que encuentra
la vocación que está en todas ellas: “Entonces,
en el colmo de mi alegría delirante, exclamé: Jesús, Amor mío..., al fin he
encontrado mi vocación ¡Mi vocación es el Amor…!” (B 3vº).
Teresa ha
descubierto el secreto del Esposo. Ha descubierto que precisamente por su
pequeñez y por su nada el Esposo está locamente enamorado de ella. “Yo no soy más que una niña impotente y
débil. Sin embargo, es precisamente mi
debilidad lo que me da la audacia para ofrecerme como víctima a tu amor, ¡oh,
Jesús!” (B 3vº). Teresa ha descubierto que su Esposo está deseando abajarse
hasta su nada, hasta su pequeñez. Sólo siendo nada puede recibirlo todo de su
Amado. “Sí, para que el Amor quede
plenamente satisfecho, es preciso que se abaje hasta la nada y que transforme
en fuego esa nada…” (B 3vº).
Teresa ama a Jesús
en las “naderías” de cada día, como una esposa con su esposo dentro del hogar. Le
basta con desear agradar al Esposo en las pequeñeces de cada día. “Jesús, Jesús, si tan delicioso es el deseo
de amarte, ¿cómo será poseer el Amor, gozar del Amor…?” (B 4vº).
Teresa se reconoce
como la pequeña esposa de su Señor. “Agrandarme
es imposible, tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones”
(Manuscrito C 2vº). Y Jesús no sólo se ha abajado hasta ella, sino que
también la eleva como se sube a una niña en un ascensor: “¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús!
Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que empequeñecerme más y
más” (C 3rº).
Teresa ha
descubierto el secreto de su Señor que sólo se lo ha revelado a los pequeños
como ella. Teresa ha descubierto que su Esposo, el Dios Todopoderoso, sólo se
rinde ante la pequeñez del humilde, el pobre y el sencillo.
Teresa reconoce que Dios
ha hecho grandes obras en ella, pero la gran obra de Dios ha sido hacerla
reconocer su pequeñez: “Prefiero
reconocer con toda sencillez que el Todopoderoso ha hecho obras grandes en el
alma de la hija de su divina Madre, y que la más grande de todas es haberle
hecho ver su pequeñez, su impotencia” (C 4rº). Y esta pequeñez le lleva a
la obediencia por amor.
OBEDIENCIA POR AMOR
Teresa descubre que
el secreto de la obediencia a sus superiores es el amor al Amado. Los que
obedecen “no tienen por qué temer
equivocarse, aun cuando les parezca seguro que los superiores se equivocan” (C
11rº). Teresa obedece a su Madre superiora por amor a Jesús: “sobre todo me hace ver a Jesús que vive en
su alma y que me comunica por medio de usted su voluntad” (C 11rº).
AMOR A SUS HERMANAS
Amor a Jesús que
manifiesta en las pequeñas acciones cotidianas de cada día. Siempre por amor a
Jesús: “tu voluntad es amar tú en mí a
todos los que me mandas amar…!” (C 12vº).
Porque “yo soy un alma muy pequeña que no
puede ofrecer a Dios más que cosas muy pequeñas (C 30vº).
PEQUEÑA POR AMOR
Teresa se sabe
pequeña y que todos sus dones han sido recibidos de su Señor. Como el Esposo
adorna a su esposa para las bodas, así Jesús la ha adornado de dones para su
belleza. Pero sin dejar de ser pequeña y humilde. Porque no quiere ser
como “el asno que llevaba las reliquias, que pensaba que los homenajes
tributados a los santos iban dirigidos a él” (C 19vº).
AMARTE CON TU AMOR
¿Cómo puede amar una
pequeña nada a Dios Todopoderoso? ¿Cómo puede amar la pequeña nada de Teresa a
Nuestro Señor Jesucristo? Pidiéndole su amor: “Para amarte como tú me amas, necesito pedirte prestado tu propio amor.
Sólo entonces encontraré reposo” (C 35rº).
COMO MARÍA
También María, la
Virgen Madre de Dios, se abandonó: “He
aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38); y
también manifestó su agradecimiento en el canto del Magnificat (Lc 1, 46-55).
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