La Iglesia es la esposa, Cristo es el Esposo. La esposa es bella porque su Esposo es la Belleza, “el más hermoso de los hombres” (Salmo 45). Y entre ellos se da ese amor de los amores que canta el Cantar de los Cantares. Cristo, el Esposo, es la Belleza que salva al mundo (“El mundo se salvará por la belleza y la Belleza es Cristo” Dostoievski).

Dice el Papa Francisco que “la santidad es el rostro más bello de la Iglesia” (Gaudete Exultate 8). El rostro más bello de la esposa son los mártires y los santos. “A través de muchos de ellos se construye la verdadera historia” (GE 8). La Iglesia se embellece cuando es perseguida, con el testimonio de tantos mártires en la historia y con la humildad, la obediencia y la caridad de tantos santos a lo largo de la historia.
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Él era un hombre que sólo vivía para emborracharse, que había sido despedido de un buen trabajo de funcionario a causa de la bebida, y que aún teniendo tres hijos pequeños, y uno de ellos con una grave enfermedad, consentía que toda la familia se mantuviera con lo que ganaba su mujer como limpiadora y su hija mayor como prostituta.

Él era un hombre que había llegado prostituir a su propia hija adolescente para poder seguir emborrachándose, un hombre malvado y despreciable a los ojos de todos.
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