Mi Esposo ha combatido a la muerte en su cuerpo destrozado, herido y maltratado. Ha combatido con las llagas de sus manos y sus pies, con su corazón traspasado, su rostro ensangrentado y su frente y su cabeza coronadas de espinas y escupitajos.
Mi Esposo ha salido victorioso de la muerte. Ha resucitado con su cuerpo, con un cuerpo como el mío. Ha subido al cielo, al Reino de su Padre, con su cuerpo, con un cuerpo como el mío, pero glorioso y resucitado.
El Esposo ha ido a preparar un lugar para su Esposa. Y vendrá de nuevo a buscar a su Esposa para ser un solo cuerpo con ella.
Para ser un solo cuerpo conmigo para siempre, como en la unión esponsal amorosa de un Esposo con su Esposa.
Cada día preparo mi casa y mi cuerpo, con mis amigos y mis hermanos, esperando su venida para el Día de la Boda. Ya tengo la mesa preparada, con el mantel y las flores, para el Banquete de Bodas.
Sé que vendrá, porque ha venido y viene a posarse cada día pobre y pequeño en mis manos en cada Eucaristía. Y cuando venga triunfante como Rey me llevará con Él en sus brazos para siempre.
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