Si has participado alguna vez en tu vida en una Eucaristía, ya no te saciará jamás nada del mundo, ni placeres ni riquezas, ni fama ni poder, ni persona alguna jamás te podrá dar ese amor y esa alegría.
No podemos vivir sin la eucaristía dijeron los mártires de Abitene. No podemos vivir sin ser Uno con Él, sin unir su carne y su sangre a nuestra carne y nuestra sangre, sin unir su Cuerpo a nuestro cuerpo.
Porque Él siendo Dios se hizo hombre para que nuestra carne y naturaleza humana se divinice con Él para siempre.
Porque el Rey se hizo mendigo para enamorar a su esposa mendiga y pobre. Porque el Esposo enamorado se hizo como la Esposa para desposarse con ella en el tálamo de la cruz, en el sepulcro vacío y en el altar de la Eucaristía, y así celebrar con ella el Banquete de Bodas en la Casa del Padre y reinar con Ella para siempre.
Para estas Bodas creó el Padre el Universo. Para estas Bodas actuó día tras día en la historia.
Para estas Bodas el Hijo se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Para estas Bodas concibió María del Espíritu Santo.
Para estas Bodas el Esposo padeció, murió y resucitó y subió a los cielos.
Para estas Bodas el Espíritu Santo asiste a la Esposa a lo largo de los siglos, hasta que vuelva el Esposo el Último Día, y la coja entre sus brazos y la lleve con Él para siempre.
Porque toda la historia, la tuya y la mía, no es más que una bella y eterna historia de amor.
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