Familia Vida y Libertad

El Mesias nació de una pequeña muchacha del pueblo de Israel, de María, pero no sólo quiso tener una madre, también quiso tener un padre, José. Dios Todopoderoso dejó a su Hijo Único al cuidado de un hombre, al cuidado de José. El Enemigo no sólo odia a la mujer, a María, también odia al padre, a José. 

Psicólogos, jueces y criminólogos saben por propia experiencia que la mayor parte de los delincuentes y terroristas se han criado sin padre, o bien se ausentó muy pronto y abandonó a su madre o bien ni siquiera le han llegado a conocer. Muchas  veces el sentirse abandonado por el propio padre te lleva a odiarle, y te hace incapaz de asumir toda regla y autoridad en la vida, que no sea la de la violencia.

Si las consecencias de nuestros pecados pueden alcanzar hasta tres y cuatro generaciones, las consecuencias del don de la gracia de Dios llegarán hasta mil generaciones. "Porque yo Yahvéh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos" Éxodo 20, 5-6.

Dios entró en el mundo por la matriz de una mujer. Por la matriz de María, una pequeña muchacha de una pequeña aldea de Israel, se encarnó y se hizo hombre el Hijo Único de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor.

Dicen que hoy el lugar más peligroso de la Tierra es la matriz de la mujer. Millones y millones de niños son abortados, asesinados dentro de la matriz de su madre.