¿Dónde miras si no miras al rostro? Los ojos se nos han dado para la mirada. Pero no para cualquier mirada. Sólo hay una mirada que salva. Sólo hay una mirada que da paz y por la que uno se siente amado y perdonado sin condiciones. Y para esa mirada nos han sido dados nuestros ojos.

Cuando nacemos somos criaturas de Dios, somos hijos de nuestros padres porque tenemos naturaleza humana, pero no somos hijos de Dios, porque no nacemos con la naturaleza divina. Decía San Ireneo de Lyon que cuando Dios plasmaba con sus manos del barro a Adán tenía un modelo delante de sus ojos: Jesucristo. A su imagen y semejanza nos creó. Hemos sido creados para ser hijos de Dios.

Llevamos en nuestros rostros tu belleza, en medio de este mundo de fealdad.

Me asombro y admiro la belleza de la esposa y de la madre, del padre y del esposo; la belleza del hombre y de la mujer que han visto tu Rostro y lo reflejan.

Me asombro y admiro ante las risas de los niños con sus padres, de las miradas de los hijos a sus madres; de tantas familias que han visto tu Rostro y lo reflejan.
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