Familia Vida y Libertad

¿Dónde está el último lugar para encontrarte?, mi  Señor. ¿Dónde para poder hallarte? ¿Dónde para ser uno contigo? ¿Dónde para poder besarte?, a Ti, Señor del universo.  ¿Dónde está el último lugar para que esta alma mendiga y  miserable te encuentre a Ti, Hijo Único del Rey? Dímelo Tú Amado mío que habitas en la Casa del Padre.

Muy sencillo, amada mía. Muy sencillo. Ponte en camino, día a día. Y Yo cada día te indicaré cual es el último lugar para encontrarnos. No desesperes, está siempre alegre, porque dónde no lo esperes allí estaré. Muy sencillo, amada mía. El último lugar no es el que tú quieres ni deseas, sino el que tiene preparado nuestro Padre celestial. El último lugar está en hacer cada día la voluntad de Dios y no la tuya. Allí me encontrarás siempre. Allí serás uno conmigo.

Ella se enamoró de Él. Ni  siquiera lo conocía antes. ¿Cómo iba ella a conocer a un Príncipe, a un Hijo de un Rey? Ella que vivía entre basura, entre miseria y mala vida. Ella que ni siquiera había visto nunca ni de lejos el Palacio del Rey. Ella que ni siquiera sabía si existía un Rey o era una leyenda que le contaron sus padres. Pero ella se enamoró de Él.

“Dios está en ti y contigo. ¿Qué temes? El temor angustioso de haberlo

Perdido es un argumento cierto y evidente de que mora en ti”.

Padre Pío

Madre Teresa vivió este abandono. Vivió abandonada a Él, desprendida del mundo, confiada en Él, siguiéndole sin otro apoyo fuera de Él. Pero también vivió abandonada por Él, sintiéndose  sola, sin Él, o mejor dicho, desprendiéndose de todo sentimiento, experimentando no sentir nada: vivir el anonadamiento total de Cristo en la cruz.