Familia Vida y Libertad

Tres alegrías tengo en mi vida.

La primera, es la alegria del amor de Dios. La alegría de haber sido amado desde antes de la creación del mundo, del amor de Dios sin límites manifestado en Cristo Jesús crucificado por mis pecados, del amor de Dios por mí, ahora y para siempre.

La segunda, es la alegría del amor entre los hermanos de mi comunidad: mirad como se aman. Del amor que crece en libertad, durante más de cuarenta años juntos, del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones.

La tercera, es la alegría de mi matrimonio.Toda una vida con mi esposa, más de treinta y cinco años juntos de amor y perdón. La alegría de la familia, la alegría de los hijos y la alegría de los nietos.

Tres alegrías, tres tesoros, que sin merecerlo, he recibido gratis; gratis para darlo gratis.

San Francisco de Asís no era un revolucionario que quería quitar a los ricos y dar a los pobres. Ni siquiera quería que los ricos se hicieran pobres a la fuerza.

San Francisco no ayuda a los pobres; él se hace pobre. "Es para mí una gran verguenza el encuentro con uno que es más pobre que yo", decía Francisco. El mundo ama al dinero, Francisco ama la pobreza.

Para el mundo, donde reina el dinero por encima de todo, esto es incomprensible.

Los pobres y miserables de las villas miseria de Buenos Aires se alegraron por el nombramiento del Papa Francisco y lo celebraron en las calles. Algunos ricos y poderosos de este mundo no se alegraron tanto.

El Papa Francisco ha denunciado "nuestra relación con el dinero y nuestra aceptación de su imperio y dominio en nuestro ser y en nuestras sociedades... hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf.

Cuentan que el conductor de trenes a Auschwitz, tras descubrirse el horror del holocausto nazi, dijo que él solamente había estado realizando un trabajo de servicio público ferroviario.

El periodista que creó opinión, el político que votó a favor de la ley, el sanitario que colaboró en la cadena, el ciudadano que calló, casi todos en suma, hemos venido a ser como este conductor de trenes a Auschwitz.

Hay pecados de época, como la esclavitud.

El veneno siempre produce la muerte. El fruto del mal siempre es la muerte.

La muerte y el sufrimiento de millones de víctimas inocentes fue el fruto de las ideologías anticristianas del siglo XX: el comunismo llevó al Gulag y el nacionalsocialismo al Holocausto. El odio entre clases sociales y el odio entre razas condujo a los campos de exterminio.