Familia Vida y Libertad

Dios nos ha creado libres, para el bien y para el mal. A cada ser humano, a cada hombre y a cada mujer, a cada generación y a cada época de la humanidad, se le presentan dos caminos, dos vidas, dos amores.

"La Sagrada Escritura nos revela que el origen de todo mal se encuentra en la desobediencia a la voluntad de Dios, y que la muerte ha dominado porque la libertad humana ha cedido a la tentación del Maligno". Palabras de Benedicto XVI el dia de la Inmaculada Concepción en la Plaza de España de Roma.

Hoy, como siempre, nuestra generación, como todas las anteriores, se encuentra en una encrucijada entre dos caminos a seguir, y su futuro depende de cual de los dos caminos elija.

Los padres traemos hijos a la vida. Los padres cristianos sabemos que traemos hijos también para la vida eterna.Y es que hay dos vidas, ésta y la verdadera, la perdurable, la vida eterna.

Dice San Agustín que "la vida verdadera es aquella que es a la vez eterna y feliz", y comentando a San Agustín, nos dice Hannah Arendt que "el bien que el amor anhela es, en suma, la vida, y el mal que el temor huye es la muerte. La vida feliz es la vida que no podemos perder".

Derechos de la familia:

La familia es anterior al Estado, anterior a la nación, anterior a la ONU, anterior a cualquier organismo supranacional, internacional o mundial. Por eso sus derechos están por encima de cualquier ley promulgada por cualquier mayoría parlamentaria. Ninguna mayoría puede legislar contra el sol, contra el mar, ni contra la primavera. Por eso ninguna mayoría puede legislar contra la vida, contra la familia ni contra la libertad.

La familia, iglesia doméstica, santuario querido por Dios para el nacimiento de la vida, patrimonio y bien común de la humanidad, fundada sobre el matrimonio, sobre el amor de un hombre y una mujer, imagen del amor que Dios nos tiene desde el principio de la creación.

Juan Pablo II: "El futuro de la humanidad pasa por la familia" y "los cristianos hemos de anunciar con alegría y convicción la buena nueva sobre la familia".

"Hay que ser comprensivo pero no tolerante", decía el cardenal Tarancón. Y es que hay que ser comprensivo con la debilidad humana, con el pecador, pero no tolerante con el pecado. No se puede ser tolerante con el mal. No se puede ser tolerante con el asesinato de niños inocentes; con la destrucción del amor dentro de la familia y el matrimonio; con la tiranía que nos quita la libertad.

No ser tolerante con el mal, no es combatir el mal con otro mal, pues estariamos multiplicando el mal.

El campo de batalla. Nos encontramos en medio de una batalla en el campo de las ideas, entre la familia cristiana y el Estado totalitario.

Las víctimas de la batalla.

Los cristianos no juzgamos a la mujer que aborta, sólo le proponemos la palabra que hemos recibido: No matarás.

Los cristianos no somos mejores que la mujer que aborta, ni somos mejores que los que practican abortos por dinero, ni somos  mejores que los políticos que fomentan el aborto con sus leyes, pero no podemos ni debemos callar la verdad que hemos recibido: No matarás.

En Esparta, el niño era examinado nada más nacer por una comisión de "sabios" (ancianos) que decidía si tenía derecho a vivir o si, en caso de que tuviera alguna malformación, debía morir. Hoy, en Europa se está imponiendo que el niño, antes de nacer, sea examinado (amniocentesis, etc.) por una comisión de "sabios" (médicos) que decide si el niño tiene derecho a nacer o, en caso de que tenga alguna malformación, debe morir. Dos mil años después ha regresado el paganismo.

No ha sido por casualidad que las zonas del planeta que han conocido el progreso (económico, social y personal) de lo que llamamos civilización occidental coincidan, casi con exactitud, con las naciones de tradición cristiana.